Con una diferencia pequeña pero importantisima te vuelves a poner en la piel de Bella Swan: en la primera parte sientes la "angustia", los nervios y el miedo de haber encontrado a tu primer amor; en la segunda sin embargo sientes toda la angustia (observese que esta vez aparece la palabra sin comillas), el dolor y la desesperación de cuando lo pierdes, cuando la persona por la que darías la vida te deja justo cuando piensas que las cosas no pueden ir mejor.
Stephenie Meyer describe muy bien (quizá un poco repetitivamente) la sensación de vacio que sentimos todos cuando una relación no ha terminado bien, al mismo tiempo que te recuerda lo importante que es la amistad y sentirse arropada/o por otras personas.
En comparación con Crepúsculo, Luna nueva me ha parecido un poco más flojo, aunque no digo con esto que no me haya gustado. Bella y Edward rompen casi al principio del libro desapareciendo este último con todo su familia justo después. Bella queda sumida en una depresión durante meses hasta que decide ir a visitar a su amigo Jacob. Empiezan a verse a menudo y, lo que al principio ella ve como una amistad, se convierte casi en una relación formal. Es complicado estar en medio de dos personas, pero si la persona que tú quieres no siente lo mismo por ti es más fácil pensar que puedes querer a la persona que te quiere. Eso es lo que le pasa a Bella... hasta que uno de los Cullen vuelve a aparecer en su vida.
Algo que no comenté en el post de Crepúsculo y que es posible que tenga bastante importancia es que Edward Cullen y Bella Swan no son del todo iguales. Ella es humana. Él no. Es más, ella es una humana normal y corriente. Según ella la más normal y corriente que pueda existir. Él es un vampiro. Y además un vampiro con ciertos poderes sobre la mente del resto de personas... del resto de personas, excepto la de Bella.
No me permitía casi nunca pensar en él, e intentaba mostrarme estricta a ese respecto. Era humana, y a veces fallaba, desde luego, pero había mejorado tanto que en aquel momento ya podía eludir la pena varios días, pero la consecuencia era ese aturdimiento infinito. Entre la pena y la nada, había decidido escoger la nada.