Este verano me di cuenta de la cantidad de libros digitales
que compro y de los pocos que leo. Soy de las que sigue prefiriendo el papel, a
pesar de que el digital sea más cómodo y, casi siempre, más barato. Así que me
propuse leer tandas de libros para ir quitando lecturas pendientes del lector.
La reina de los helados es uno de los cinco libros que componen la primera
tanda.
Lillian Dunkle es la protagonista de la novela; es la reina de los helados. La conocemos cuando es una niña pequeña de nombre Malka, cuando está asustada y huyendo de un país en guerra para llegar a uno a punto de entrar en otra. Pasa de tener una familia unida a estar completamente sola en el mundo.
Lillian Dunkle es la protagonista de la novela; es la reina de los helados. La conocemos cuando es una niña pequeña de nombre Malka, cuando está asustada y huyendo de un país en guerra para llegar a uno a punto de entrar en otra. Pasa de tener una familia unida a estar completamente sola en el mundo.
Al poco de llegar a Estados Unidos tiene que salir a
mendigar unas monedas junto a su hermana Flora mientras el resto de su familia
hace lo que puede para conseguir algo que llevarse a la boca. Un día un carrito
de los helados la atropella y tiene que pasar mucho tiempo ingresada para
recuperarse. Cuando se decide que tiene que abandonar el hospital, con una
pierna lisiada y con la moral por los suelos, se entera de que su familia ya no
existe, se han separado, cada uno se ha ido por un lado: su padre las ha
abandonado a todas, su madre ha desaparecido también en algún hospital para
enfermos mentales, sus hermanas mayores se han ido a otras partes de la ciudad
para servir en sendas casas. La única que sigue donde estaba es su hermana
Flora, que ha sido acogida por la familia con la que compartían casa. A ella, a Malka, va
a buscarla el heladero que la atropelló para llevarla a su casa con su familia.
-Lo siento mucho, Malka. Lo siento tanto, tanto… No te
vayas, Malka, por favor.
Yo también lloraba, a moco tendido y sin
disimular.
-¡Ay, Flora!
Y me aferraba a ella con la misma fuerza, tanta que de hecho
parecía que estuvieran fundiéndose nuestros huesos y músculos, y hasta el
latido de nuestros corazones.
En casa de los Dinello, el heladero, aprenderá desde muy pequeña el oficio: cómo hacer helado, cómo conseguir los sabores, las texturas y cómo ahorrar lo máximo sin modificar la calidad de los helados. Lillian va a la escuela y termina ayudándoles con las finanzas y la administración. Cuando los señores Dinello faltan los hijos deciden prescindir de sus servicios y ella se vengará de ellos creando una empresa de helados más grande que la que ellos poseen. Su marido, Bert Dunkle, es la cara visible de la nueva empresa, ya se sabe que a principios del siglo pasado las mujeres todavía éramos invisibles, pero realmente es ella el alma de la compañía: la que organiza los gastos, la de las buenas ideas, en definitiva, la que gestiona todo.
En casa de los Dinello, el heladero, aprenderá desde muy pequeña el oficio: cómo hacer helado, cómo conseguir los sabores, las texturas y cómo ahorrar lo máximo sin modificar la calidad de los helados. Lillian va a la escuela y termina ayudándoles con las finanzas y la administración. Cuando los señores Dinello faltan los hijos deciden prescindir de sus servicios y ella se vengará de ellos creando una empresa de helados más grande que la que ellos poseen. Su marido, Bert Dunkle, es la cara visible de la nueva empresa, ya se sabe que a principios del siglo pasado las mujeres todavía éramos invisibles, pero realmente es ella el alma de la compañía: la que organiza los gastos, la de las buenas ideas, en definitiva, la que gestiona todo.
Desde el principio sabemos que la reina de los helados está
metida en líos de juicios en su vejez porque van alternando capítulos de su
niñez con el tiempo actual, sin embargo no sabemos qué ocurre para llegar a ese
punto, ni tampoco cómo se solucionará todo.
Lillian no tiene una vida fácil para nada. Vive enamorada de
su marido desde que le conoce y juntos montan un imperio. Si se merece o
no acabar en los tribunales no seré yo quien lo diga. Es fácil dejarse
corromper cuando hay dinero en juego, supongo. Ella no lo hace, pero hace otras
cosas… A lo largo de los años vemos distintas caras de esta mujer y hay veces que no entendemos que se
comporte como se comporta. Parece que los protagonistas siempre tienen que ser
buenos, pero no siempre es así y eso es lo que nos sorprende. Ella hará cualquier cosa para que su negocio salga adelante.
He disfrutado mucho de la novela, sobre todo de la primera
parte, que me parece brutal: la niña pequeña dividida entre papá y mamá que
tiene que huir de un país en guerra y que llega a uno que no la recibe todo lo
bien que se había imaginado. El trato que la autora da a la vida de Lillian como empresaria
me ha gustado también. Está claro que es ella la cabeza pensante pero no puede
mostrar esa imagen, sino que tiene que ser su marido, analfabeto, quien se
encargue de los negocios. La frustración que sentirá Lillian muchas veces es más
que comprensible.
Aun así la gente siempre da por hecho que mi fortuna se debe
en exclusiva a mi marido. Hay que ver, cuánto odian los medios a sus reinas… ¡Qué
rencor nos tienen!
Nos encontramos ante una historia de superación, pero donde también tienen cabida los miedos, las alegrías, las tristezas, la decepción... Creo que cualquier sentimiento que se os ocurra está en este libro. No en vano es la historia de toda una vida...
5 comentarios:
Pues no me hubiera fijado en este libro y ahora me has dejado con ganitas.
Besotes!!!
Yo intento moderar las compras en este formato por lo mismo, es decir, compro si tengo claro que voy a leerlo (porque el papel me tira y mucho)
Me gusta sobre todo como finalizas la reseña "la historia de toda una vida...", no es un título en el que me fijaría (aunque los helados son mi debilidad). Lo tendré encuentra si me lo cruzo.
Besos
Coincido contigo, la primera parte es brutal!!!! y la protagonista me encantó, me gustó lo que dices, que no siempre sean buenos.
Un beso!
Yo estoy intent5ando también controlar el tema digital, que no veas cómo lo tengo...Este no me habría llamado la atención, y bueno, no lo descarto. Un besote!
Buf, Rocío, es que era un "no parar"... Por fin he puesto un poco de control ;-)
Besos!
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