Llevaba mucho tiempo posponiendo la lectura de El largo funeral
del señor White y el otro día por fin saqué un rato para leerlo. Y sí, digo
bien, un rato, porque es un libro cortito que se puede leer de una sentada.
El señor White ve muy cerca su muerte así que decide poner
un anuncio en el periódico para buscar a alguien que pase sus últimos días con
él. ¿Para cuidarle? Pues no exactamente, quiere una persona que le siga a todos
lados y apunte sus últimas palabras. Y es que morir y que nadie registre sus
últimos pensamientos es algo que atormenta al pobre
señor. Y digo pobre como expresión, porque realmente es un hombre rico. Muy
rico. Os podéis imaginar, siendo así, que son muchos los candidatos al trabajo
y muy pocos los que lo hacen sin intención de llevarse en herencia todo lo que
deje tras su muerte el señor.
Los días pasan pero la muerte, que no admite que le digan
cuándo tiene que hacer acto de presencia, se retrasa. Y mientras tanto vemos
pasar varios candidatos a ser el secretario o secretaria del señor White que
nos dejarán situaciones estrambóticas que nos sacarán alguna que otra sonrisa.
No puedo contar mucho más porque es tan corto el libro que lo
destriparía entero. Os digo sólo que es una historia de amistad con
pinceladas de humor (¿negro en ocasiones?) y muy entrañable.
Sé por las redes sociales que hay bastante gente que, al
igual que yo, tiene el libro en su lector electrónico esperando su momento para
ser leído desde hace tiempo. Si eres uno de ellos te recomiendo que no lo sigas
posponiendo y lo cojas en cualquier momento porque se lee en un suspiro y
seguro que te hace pasar un rato muy entretenido.
O mejor, imagine un camino largo, muy largo, y una persona al final del mismo. Esa persona camina hacia usted. No puede ver nada de ella, ni su cara ni su ropa. Pero llega un instante en que, aún sin poder ver sus rasgos, ni siquiera su manera de andar, algo hace clic en su cabeza y la reconoce. Es un familiar. Es un amigo. Es un desconocido. Pues así veo yo a la muerte. Pero con la particularidad de que ella ya no está al final del camino, sino muy cerca.
O mejor, imagine un camino largo, muy largo, y una persona al final del mismo. Esa persona camina hacia usted. No puede ver nada de ella, ni su cara ni su ropa. Pero llega un instante en que, aún sin poder ver sus rasgos, ni siquiera su manera de andar, algo hace clic en su cabeza y la reconoce. Es un familiar. Es un amigo. Es un desconocido. Pues así veo yo a la muerte. Pero con la particularidad de que ella ya no está al final del camino, sino muy cerca.
3 comentarios:
¡Me encantó esta novela corta! Sobre todo el principio, por esa narración con sentido del humor, esos personajes tan bien construídos, ese toque tan british... Tengo que leer más del autor porque me supo a poco. Bss
Yo no la tengo esperando - ¡qué pena! Tengo que buscarla porque me gusta mucho lo que cuentas.
besos
Me lo apunto!! Pinta super bien =)
Besotes
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