Llevo mucho tiempo pendiente de hacer la reseña de este libro pero no he sido capaz de empezarla de ninguna manera, así que voy a hacer un último intento a ver qué sale.
Desde pequeña he oído a mi abuela contar historias de la guerra civil. De su guerra civil. Casi siempre contaba las mismas historias pero de vez en cuando me sorprendía con una nueva. Yo la miraba, encandilada, mientras ella narraba su pequeño trozo de historia, normalmente, entre risas y lágrimas. A mi padre y a mi tía no le gustaba que hablase de esa época porque se ponía triste y acababa llorando y por eso, por no ponerla triste, yo no preguntaba nunca. Sin embargo en sus últimos meses de vida pasé bastantes horas a solas con ella y tuvimos la posibilidad de hablar de muchas cosas; me di cuenta de que a pesar de las lágrimas derramadas, no todo era tristeza. Me contaba, una y otra vez, que un día su gato saltó a la jaula del pájaro desde el mueble de la cocina y que ella había pensando que había habido un terremoto durante la noche porque la jaula estaba torcida por la mañana. Otras veces le daba por recordar su exilio en Francia, donde encontró su hogar durante varios meses. Pensar en lo bien que la trataron allí, siempre siempre, la hacía llorar. Su emoción era contagiosa, os lo juro, y me hacía agradecer a nuestros vecinos de arriba por todo lo que hicieron por ella, por cuidarla como la cuidaron y por hacerla olvidar, en la medida de lo posible, que su país estaba viviendo una barbarie como la que estaba viviendo.
Su hermano Ángel murió en guerra, como ella decía, y del resto se separó durante un tiempo. Viajó al norte de España desde donde pudo coger un barco que la llevó a Francia. Imposible determinar la fecha y los lugares exactos en los que estuvo. Las fechas más o menos podemos sospecharlas. En cuanto al lugar es de lo poco concreto que le pregunté pero no saqué nada en claro: "Abuela, ¿dónde estuviste?" Pero ella me respondió que se había olvidado del nombre. Sabía que era en Francia, en un pueblo, pero no recordaba más.
Durante muchos años me rondó la idea de recopilar todas las historias que pudiera de mi abuela con el firme propósito de ponerlas después por escrito, pero no lo hice y a día de hoy ya no es posible hacerlo. Sé que lo que mi abuela vivió no fue exclusivo, que mucha más gente sufrió en la guerra, pero para mí su historia es especial. Igual que la de mi otra abuela, a la que la guerra, como a todo el que la vivió, le cambió la vida. Con ella no he hablado tanto de este tema. Entiendo que no es algo que apetezca contar y respeto que no lo haga. Desde pequeña he sabido que le dan miedo las tormentas. Recuerdo verla encerrada en una habitación con las persianas bajadas y esperando que pasara la tormenta. Siempre pensé que era por el ruido de los truenos pero hace poco me contó que, más que al ruido, tenía miedo de los relámpagos porque le recordaba al fogonazo de los obuses cuando eran disparados. ¡Y han pasado más de 75 años!
De verdad no sé cómo hacer la reseña de La lengua de los secretos. Sólo diré que Martín Abrisketa ha hecho con Martintxo, su padre, lo que a mí me habría gustado hacer con mis abuelas. Pedir información y contar su historia (aunque él lo ha hecho mucho mejor, sin duda, de lo que yo habría hecho) La lengua de los secretos es la historia de Martintxo, sí, pero también la de mis abuelas y abuelos, y la de vuestros abuelos y bisabuelos y puede que la de vuestros padres. Es historia. Nuestra historia. Contada de una manera que enternece, que te hace sufrir, que es emotiva, entretenida, divertida a ratos y real. Muy real.
No puedo deciros qué hacer pero sí que me atrevo a haceros una recomendación: leed La lengua de los secretos.
A-fi-li-a-os-pro-le-ta-ri-os-del-mun-do-al-par-ti-do-co-mu-nis-ta. Al término de su lectura, que por cierto, le resultó particularmente dificultosa, llena de términos estrambóticos, se fijó en que los mayores realizaban un garabato muy artístico para escribir sus nombres en el cuaderno. Le parecía una gran idea, así que tomó el lápiz y escribió "Lucas Abrisketa". Luego dibujó un sol encima, unas margaritas debajo y, a la izquierda, la casita de los ratones de Matilde. Los demás chavales, al ver la habilidad con la que manejaba el lápiz, quisieron imitarlo, y fue de esta forma tan peculiar que se convirtieron en los afiliados del Partido Comunista más jóvenes del planeta.
4 comentarios:
No creo que se pueda hacer mejor recomendación de esta novela. Besos
Gracias, Agnieszka :) Me alegro de que te haya gustado.
Besos!
Mi abuela siempre me contaba como tuvo que salir huyendo de su pueblo, Rociana, y llegó a Cádiz, donde conoció a mi abuelo y aquí se quedó ya. Y mi abuelo no supo nada de su hermano tras la guerra. Lo dieron por muerto, pero la verdad es que no llegaron a saber nada de él. Y estuvieron varios años intentando saber, hasta que desistieron. Son tantas historias...
El libro me lo llevo más que apuntado.
Besotes!!!
Me encantan estas novelas, aunque las historias son duras =)
Me lo llevo!
Besotes
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