Y por segunda vez consecutiva tengo que darle las gracias a Shorby por meterme el gusanillo en el cuerpo con otro libro. En este caso se trata de Agua para elefantes, un libro que no me ha llamado nunca la atención. Sin embargo casi al mismo tiempo que leí la reseña de Shorby mi hermana me dijo que había visto la película y que le había gustado bastante, así que me decidí, ya que me dejaban el libro electrónico, a meterlo dentro y leerlo. He de decir que en cuanto al libro electrónico, Offuscatio y Tatty tienen razón en que parece que se lee más rápido (al menos yo tengo la sensación de haber leído más deprisa, no sé); en cuanto al libro, que estaba equivocadísima con no querer leerlo.
La historia está contada por dos Jacob Jankowski diferentes. Uno
está en la actualidad con noventa, o noventa y tres años, no lo sabe con certeza, recordando desde la residencia de ancianos lo que vivió en el circo a sus veintitrés. El otro es el de veintitrés que se encuentra en el año 1931 y que nos narra la historia como si estuviera ocurriendo todo en ese mismo instante. Quizás por eso sea tan fácil de llevar la historia y no queramos parar de leer en ningún momento.
1931. EEUU. Jacob Jankowski es un chico que prácticamente tiene la vida resuelta. Estudiante de último año de veterinaria. Está a punto de hacer los exámenes finales que le darán el título cuando se entera de la repentina muerte de sus padres. En cosa de segundos pasa de tenerlo todo a no tener nada.
Deprimido y vagando sin rumbo fijo el tren de un circo ambulante decide su futuro por Jacob cuando aparece delante de él y consigue subirse en marcha. A partir de ese momento todo pasa con una velocidad de vértigo y cuando se quiere dar cuenta está metido de lleno en el mundo del espectáculo y enamorado hasta las trancas de la mujer de su jefe. Es el veterinario del circo a pesar de no tener el título y se encarga de todos los animales que necesitan cuidados por estar heridos o enfermos. También les limpia y los alimenta junto a otros trabajadores.
Abro la puerta del orangután y dejo en el suelo un recipiente de frutas, verduras y nueces. Cuando la cierro, saca su largo brazo entre los barrotes y señala una naranja de otro recipiente.
- ¿Eso? ¿Quieres eso?
Sigue señalándola mientras me mira fijamente. Sus rasgos son cóncavos, su cara como un ancho plato ribeteado de pelo rojo. Es la cosa más chocante y hermosa que he visto en mi vida.
-Toma -le digo dándole la naranja-. Puedes comértela.
La agarra y la deja en el suelo. Luego vuelve a alargar la mano. Tras algunos segundos de absoluta incomprensión, le ofrezco la mía. La envuelve con sus largos dedos y después la suelta. Se sienta sobre sus posaderas y pela la naranja.
Me quedo mirando asombrado. Me estaba dando las gracias.
La vida no le va muy mal dentro del circo si no es por lo que comentaba antes: se enamora de la mujer del jefe y eso no puede traer nada bueno... bueno, o quizás sí, ¿quién sabe?
La historia está contada por dos Jacob Jankowski diferentes. Uno

1931. EEUU. Jacob Jankowski es un chico que prácticamente tiene la vida resuelta. Estudiante de último año de veterinaria. Está a punto de hacer los exámenes finales que le darán el título cuando se entera de la repentina muerte de sus padres. En cosa de segundos pasa de tenerlo todo a no tener nada.
Deprimido y vagando sin rumbo fijo el tren de un circo ambulante decide su futuro por Jacob cuando aparece delante de él y consigue subirse en marcha. A partir de ese momento todo pasa con una velocidad de vértigo y cuando se quiere dar cuenta está metido de lleno en el mundo del espectáculo y enamorado hasta las trancas de la mujer de su jefe. Es el veterinario del circo a pesar de no tener el título y se encarga de todos los animales que necesitan cuidados por estar heridos o enfermos. También les limpia y los alimenta junto a otros trabajadores.
Abro la puerta del orangután y dejo en el suelo un recipiente de frutas, verduras y nueces. Cuando la cierro, saca su largo brazo entre los barrotes y señala una naranja de otro recipiente.
- ¿Eso? ¿Quieres eso?
Sigue señalándola mientras me mira fijamente. Sus rasgos son cóncavos, su cara como un ancho plato ribeteado de pelo rojo. Es la cosa más chocante y hermosa que he visto en mi vida.
-Toma -le digo dándole la naranja-. Puedes comértela.
La agarra y la deja en el suelo. Luego vuelve a alargar la mano. Tras algunos segundos de absoluta incomprensión, le ofrezco la mía. La envuelve con sus largos dedos y después la suelta. Se sienta sobre sus posaderas y pela la naranja.
Me quedo mirando asombrado. Me estaba dando las gracias.
La vida no le va muy mal dentro del circo si no es por lo que comentaba antes: se enamora de la mujer del jefe y eso no puede traer nada bueno... bueno, o quizás sí, ¿quién sabe?
No quiero contar demasiado del libro para no revelar ningún dato importante, pero sí quiero dejar constancia de que a mí no me gusta el mundo del circo. No me gusta nada. Pero eso no ha impedido que me gustara la historia.
El libro está relatado de una manera muy sencilla y es muy fácil de seguir la historia a pesar de que tan pronto estás leyendo al Jacob joven como al Jacob viejecito. Los dos tienen mucho encanto ¡para algo son la misma persona! y los dos se hacen querer a su manera. El viejecito es un poco cascarrabias, pero porque nadie le entiende. Y el joven cree que puede comerse el mundo porque hace las cosas correctas.
Tanto en el mundo del joven Jacob como en el del anciano hay personajes entrañables que le quieren y le respetan que te demuestran lo valioso que puede ser una amistad.
De verdad, el libro me ha encantado. No puedo decir que me haya aburrido en ningún momento, ni que se me haya hecho largo en alguna parte concreta porque no sería verdad. ¡He llegado a soñar con el circo de lo metida que he estado dentro de esta historia! Sólo por eso ha merecido la pena...