Sí, no me he vuelto loca. Sé que no hay Feria del Libro esta primavera, pero como me habría encantado que hubiera vengo con un pequeño homenaje con mi experiencia personal y mis tradiciones.
Ayer le decía a unas amigas que seguro que de aquí a tres semanas ha llovido, mínimo, una vez, y es que parte de la tradición de la Feria consiste en cobijarse dentro de las casetas para librarse de algún chaparrón. También esperamos, si se cumplen todas las tradiciones, que haga días de mucho calor estos días.

Desde que soy tía (ocho años ya) he intentado inculcar a los peques mi amor por los libros y por la Feria. Reconozco que por ahora prefieren pararse en los parques que encontramos de camino a las casetas, pero aún así, cada año les llevo para que vivan la experiencia de estar rodeados de libros, librerías y editoriales. Entramos a ver cuentacuentos y compramos algún libro que les guste.
Hace dos años fui yo sola con los dos. Hay gente que piensa que soy valiente por llevármelos donde hay tanta gente, pero a mí nunca me ha dado miedo perderles. En cualquier caso llevaban, desde que salieron de su casa, mi número de teléfono escrito en el brazo por si se perdían. Paseamos por el Retiro y paramos en todos los parques a jugar, así que cuando llegamos a la calle de las casetas ya había bastante gente comprando y paseando por allí. Nos plantamos en mitad de la calle con casetas a ambos lados y miramos hacia el fondo. No se veía el final de las casetas, pero sí mucha gente. Víctor (por entonces tenía 4 años recién cumplidos) vio lo mismo que yo: que era muy fácil perderse. No me dijo nada, pero vi cómo levantaba la manga de su camiseta, miraba el teléfono que tenía escrito en el brazo y, con un leve asentimiento de cabeza, confirmó que todavía se veían bien los números antes de echar a correr con su hermano. Esa anécdota se me quedó grabada en la memoria.
Una de mis tradiciones es ir en diario, cuando sé que no hay demasiada gente, para poder mirar y comprar a gusto. Los fines de semana están bien si vas pronto por la mañana, pero si vas por la tarde es una muerte a pellizcos. Sí, lo confieso, no me gusta ir a comprar a la Feria con aglomeraciones. El problema es que es cuando hay más autores firmando y claro, la gente va a hacer cola durante horas para conseguir una firma. Alguna vez lo he hecho, pero no demasiadas. Normalmente las firmas que me llevo a casa no me llevan más de unos minutos de espera. Además, las colas más largas los últimos años (quitando algunos autores extranjeros que no se dejan ver por nuestro país muy a menudo) son las de los Youtubers y gente de la tele y estos no me interesan tanto. No lo entiendo mucho, además, aunque lo respeto.
Otra de mis tradiciones es pasar por la caseta de Libros del Asteroide. Me gusta ver sus libros, con sus portadas multicolores y sus títulos largos y sugerentes y rara es la ocasión que no me lleve nada.
La última de mis tradiciones es comprar un libro que no lleve apuntado y que sea desconocido para mí. Ese siempre se viene firmado por el autor. El año pasado me ocurrió algo muy curioso con la compra impulsiva como yo la llamo, y es que vi un libro junto a su autor (Volverás a llamar un domingo por la tarde), lo compré, me lo firmó y me marché. El lunes por la mañana me enteré de que el autor es un compañero de trabajo. En mi defensa diré que somos 1.000 personas trabajando juntas y no puedo conocer a todas.
En fin, que voy a echar de menos todas estas cosas este año. La Feria ha pasado a ser en otoño, aunque yo todavía dudo que se pueda hacer. Ojalá me equivoque. Mientras tanto, disfrutemos de los libros que tenemos todavía por casa sin leer o salgamos a comprar a las librerías. Yo estoy haciendo ambas cosas. Y las seguiré haciendo, seguro.