Recuerdo que un día cuando
era pequeña abrí un bote de cristal que había en mi casa. El olor que se
desprendió al abrirlo me inundó y creí que no podría dejar de olerlo nunca. Era
un bote de café y su olor me cautivó.
Cuando crecí mi madre me
animó a tomar café, ella era muy cafetera, pero yo no quise tomarlo nunca y aún
hoy, con 30 años bien cumplidos, sigo desayunando con Nesquick. El café no me
gusta, pero su olor me sigue gustando. Me gusta mucho.
Hace unos años probé un
capuccino que vendía Nescafé: el café vienés, y me gustó mucho. (Este post va
de marcas, como podéis ver. No suelo hacerlo, pero como el libro del que voy a
hablar es sobre Starbucks pues me parece justo hablar con claridad) Llevaba
café, claro, pero también chocolate. Quizás por eso me gustó. A día de hoy sigo
tomándolo casi todos los días de lunes a viernes. Era mi único acercamiento al
café hasta que un día descubrí Starbucks y su Mocca pequeño. Básicamente la
misma mezcla que el que tomo de Nescafé pero con nata montada y más caro.
Bastante más caro de hecho.
El café vienés de Nescafé y
el mocca de Starbucks son los únicos cafés que tomo. Eso sí, el primero con
mucha más regularidad. El segundo sólo muy de vez en cuando. De hecho creo que
no llegará a diez al año. No, seguro, no llega a diez.
Mi experiencia Starbucks
La primera vez que entré en
una cafetería Starbucks fue hace varios años y como aún no había probado el
café vienés, no me animé con ningún café. Pedí un chocolate caliente para ir
sobre seguro. Recuerdo haber pasado después varias horas sentada –tirada- en
uno de los sofás hablando con un amigo y viendo a la gente pasear por Callao y
Gran Vía. Creo que desde ese día para mí Starbucks es sinónimo de tranquilidad.
No sé si habéis entrado
alguna vez en algún Starbucks, yo ya he dicho que muy de vez en cuando, pero
cuando entro siempre tengo la misma sensación: tranquilidad, como si fuera un
sitio exclusivo para mí donde puedo desconectar y relajarme leyendo un libro y
en alguna ocasión escribiendo algo también. Eso sí, por lo general siempre voy
sola. Me gusta estar sola y pasar tiempo conmigo misma y la mayoría
de mis amigos creo que no entendería lo que para mí implica entrar en un Starbucks.
De hecho la mayoría de mis amigos no toman café, y los que lo hacen no
entienden que alguien se gaste 3,50€ en uno. Yo tampoco, pero me gusta el
entorno. Por eso voy.
El libro
Howard Schulz me ha impresionado,
tengo que admitirlo. Muchas veces a lo largo de la lectura he pensado que era
un poco prepotente y egocéntrico, pero luego me preguntaba si realmente era
justa al pensar así, y realmente creo que no. Me explico. Howard compró
Starbucks hace un montón de años y la llevó a lo más alto. Después de un tiempo
dejó el puesto de consejero delegado (para que nos hagamos una idea el
consejero delegado es el que decide todas las acciones que se llevan a cabo en
la empresa) y la empresa empezó a caer en picado. Esto fue a principios de la
crisis económica, también hay que decirlo, pero según parece en Starbucks no se
habían estado haciendo bien las cosas y Howard decidió volver a su puesto. La cosa
es que este hombre tuvo que tomar decisiones muy drásticas para que la empresa
remontara, pero al final lo consiguió. Acciones de marketing, mejoras en los
establecimientos, más formación a sus empleados de tienda, mejoras en las
herramientas de trabajo y un nuevo café que pudiera a la gente identificar con
Starbucks. Muchas veces da la sensación de que se está echando flores por lo bien que lo ha hecho, pero es que realmente lo ha hecho bien. Por eso lo de ser injusta al pensar que es prepotente.
Una cosa que recalca mucho
en el libro es que sólo compran café de muy alta calidad y siempre siguiendo
los cánones de comercio justo. Yo no soy experta en cafés y los únicos que tomo
son con chocolate, pero he oído decir a varias personas que el café no es muy
allá en estas cafeterías y menos en Estados Unidos que parece “agua sucia” (estas
palabras no son mías, que conste) Sin embargo Howard insiste en que él es un
gran cafetero y que sabe que su café es muy bueno (ayudadme con vuestra opinión)
Un capítulo que me encantó
fue el del congreso que hicieron en Nueva Orleans un año después de que el
huracán Katrina destrozara la ciudad. No recuerdo el número de personas que
fueron al congreso, pero fueron miles, y todas tenían en sus agendas 5 ó 6
horas de ayuda comunitaria. Limpiaron calles, rehabilitaron casas, hicieron
parques infantiles y adecentaron la ciudad en la medida de sus posibilidades.
El libro me ha parecido muy
interesante, pero también es cierto que está relacionado con mi profesión (marketing)
y que estas cosas no tienen por qué gustarle a todo el mundo. A mí me ha
gustado, aunque no me ha enganchado como podría enganchar una novela de
intriga. Por eso, y porque he ido leyendo simultáneamente El temor de un hombre
sabio, he tardado bastante en leerlo. Aun así me ha gustado y lo recomiendo a
todos los que estén interesados en el tema financiero y empresarial.
Para terminar me gustaría
conocer vuestra experiencia Starbucks. ¿Os gusta su café? ¿Os gastáis u os
gastaríais el dinero que vale un café en Starbucks? Imagino que habrá gustos
para todos los tipos…