Hace muchos muchos años, una ex compañera de trabajo me recomendó Martes con mi viejo profesor, un libro que le había gustado mucho y que yo no dudé en comprar. Ha tenido que pasar mucho tiempo para que me decidiera a leerlo y es que, como suele pasar, es el libro el que te dice cuándo hay que leerlo.
Desde el principio sabemos cómo va a acabar el libro: con la muerte del profesor. Sin embargo, eso no lo convierte en un libro triste o, por lo menos, no tan triste como cabría esperar. Mitch Albom y su profesor Morrie Schwartz, congenian a la perfección en las clases de la Universidad y eso les lleva a seguir trabajando fuera de clase. Se veía que disfrutaban de la mutua compañía y trabajaban juntos en la tesina de Mitch. Cuando este se graduó prometió mantener el contacto con el profesor, pero ocurrió la vida y la promesa fue cayendo en el olvido hasta que la casualidad quiso que Mitch viera a su antiguo profesor en una entrevista en la televisión. En ella contaba que había sido diagnosticado de ELA y que no le quedaba demasiado tiempo de vida. En ese momento Mitch, dándose cuenta de que no se había portado bien con el profesor y de que no quería que muriese sin despedirse de él, decidió ir a visitarle.
En este libro cuenta las visitas que le hizo durante varios martes seguidos y resume lo que hablaron. Se dio cuenta de que tenía muchas dudas sobre la vida en general y que le hacía falta compartirlas con su profesor. Se perdió muchos años a su lado, pero intentó recuperar el tiempo perdido con estas visitas. Morrie siempre le decía: "Pregúntame cualquier cosa" así que, para no dejarse nada en el tintero, se hizo una lista con los temas que quería hablar con él:
- La muerte.
- El miedo.
- La vejez.
- La codicia.
- El matrimonio.
- La familia.
- La sociedad.
- El perdón.
- Una vida con sentido.
Morrie contestaba a sus dudas y juntos hablaban del pasado, del presente y del futuro.
El dinero no sirve de sucedáneo de la ternura, y el poder no sirve como sucedáneo de la ternura. Te puedo asegurar, como que estoy aquí sentado muriéndome, que cuando más lo necesitas, ni el dinero ni el poder te darán el sentimiento que buscas, por mucho que tengas de las dos cosas.
La verdad es que el libro me gustó mucho. Es cierto que en algunos momentos sentía que leía un libro de autoayuda, pero no me importó porque la relación de alumno y profesor me parece muy entrañable, bonita y emotiva.
También me parece muy interesante las entrevistas que hizo Morrie en la tele a lo largo de su enfermedad y cómo va cambiando su relación con el presentador del programa, Ted Koppel (supongo que para los americanos será alguien conocido porque salía en prime time). La actitud de Ted cambia por completo desde que pisa por primera vez la casa de Morris hasta que se despide de él. Parece que de verdad, este hombre, fue de los que merece la pena conocer porque todo el que le conocía se sentía mejor a su lado.
No abandones demasiado pronto, pero tampoco te aferres demasiado tiempo.
Es una lectura corta, pero intensa. Los últimos capítulos me tuvieron hasta las tantas de la madrugada leyendo, pero hubo un momento que ya no quise dejar de leer. Tal vez no sea este el mejor momento para un libro así debido a la situación que vivimos, aunque en mi caso me sentó bien leerlo. Morrie tiene mucho tiempo para despedirse de los suyos y para poner un poco de orden en su vida y sé que hay mucha gente estos días que no ha tenido la misma suerte. Sin embargo, en este libro encontramos esperanza también para los que se quedan, enseñanzas que podemos aprovechar, o no, pero que quedan ahí para quien las quiera. Y sí, se habla inevitablemente de la muerte, pero sobre todo, de la vida.