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sábado, 19 de septiembre de 2009

El ejército perdido Valerio Massimo Manfredi

Hay quien dice que para ser chica tengo gustos raros en cuanto a literatura y cine se refiere porque me gustan las películas y los libros de guerra. Sin embargo para mí estas historias describen unas situaciones y unas emociones mucho más intensas que cualquier otro estilo literario. El miedo se intensifica. El amor se multiplica. La pasión con que se vive cada momento es mil veces mayor que en cualquier otra situación. La alegría y el júbilo son emociones que pueden hacer parecer dementes a los que la sufren. La derrota y la victoria están tan cerca la una de la otra que muchas veces es difícil distinguir en qué bando está una u otra.

Sencillamente la guerra es un tema que me parece apasionante. Sé que es un tema duro y que siempre leeré cosas que no quiero leer por lo duro que pueda resultar hacerlo, pero aún así me gusta y eso no lo puedo cambiar. Un simple hecho puede convertir en héroe o en villano. Un grito puede dar valor al más cobarde y una mirada aliento al que está a punto de desfallecer.

Quizás el hecho de que el libro esté narrado por una mujer que nada tiene que ver con la guerra -igual que yo- hace más verosímil, a mis ojos, la historia que cuenta. Es un punto de vista que no deja de sorprenderme en toda la historia pues está narrado de tal manera que aunque sabes que es una mujer quien la cuenta, muchas veces parece que esté siendo contada por un hombre. Me he sorprendido varias veces volviendo a la realidad y diciéndome: "¡Anda! ¡Pero si era Abira quien estaba contando la batalla!".

Y precisamente es con Abira con quien da comienzo El ejército perdido. Una niña que pensaba que viviría toda su vida en la monotonía de su aldea y que decidió huir cuando apareció en su vida Jenofonte, un soldado enrolado en un ejército de mercenarios que para ella era el príncipe azul con el que siempre había soñado. A pesar de no haber cruzado ni una palabra con él decide abandonar su aldea, sus amigas y su familia. Desde ese momento se convierte en una de las muchas mujeres que acompañan a los soldados durante el tiempo que dura la guerra a la que se dirigen.

El ejército perdido cuenta el espíritu de supervivencia de los 10.000 bajo el punto de vista de esta muchacha que con el paso del tiempo y del observar la actuación de los soldados, se convierte casi en una más de ellos. Es capaz de ver, sentir e intuir más cosas que el más cualificado de los soldados a pesar de que nadie creerá, a excepción de Jeno en algunos casos, lo que dice una mujer.

Ciro forma un ejército para derrotar a su hermano Artajerjes y quedarse con el trono. Cuando en la primera batalla Ciro muere a manos de su hermano mayor el ejército de mercenarios que había contratado lucha para encontrar la manera de volver a su casa de la manera más rápida posible. Sin embargo el camino más rápido no es siempre el más seguro, así que no pueden coger el camino por el que había llegado. Para volver a su tierra los Diez Mil luchan contra los ejércitos de las montañas, las inclemencias del tiempo, el ejército vencedor y contra las conspiraciones.

El ejército perdido
empieza muy fuerte, enganchándote desde el primer momento; unas páginas después afloja un poco haciéndote dudar si realmente podrás terminar de leer; por último entras en un torbellino de guerras, intrigas, conspiraciones, pasiones, miedos, envidias y afán de superación que te mantienen pegado al libro durante horas para terminar con un final a medias sorprendente, a medias predecible.

Por último me gustaría comentar y sobre todo alabar el trabajo que Valerio Massimo Manfredi ha hecho al ponerse en la piel de una mujer y saber defender sus valores como cualquier mujer habría hecho.

Pensé en mis amigas que dormían en sus camas calientes y limpias en las casas que olían a cal y no las envidiaba, como no las envidio ahora que quizá tienen hijos e hijas y un marido que piensa en ellas mientras que yo no tengo a nadie. No las envidio porque yo he hecho el amor con la tierra como yacija y el cielo como techo, y cada beso, cada respiro, cada latido del corazón me ha hecho volar cada vez más alto, sobre el desierto, sobre las aguas del Gran Río, sobre el horror de aquella jornada sangrienta.

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-Eh, tú, bastardo, ¿por qué no miras dónde pisas? ¿Es que no ves a esa con el barrigón que has tirado al suelo? Su coño no vale ahora nada, ¿verdad? Menos que nada, maldita sea, y que reviente no le importa un carajo a nadie, pero si no hubiera sido una como ella la que te llevó en su vientre durante nueve meses tampoco tú existirías. ¡Corre, maldita sea, corre para que te jodan!

Para gran asombro mío había pronunciado palabras que en condiciones normales me habría sonrojado solo de pensarlas, pero el hombre se detuvo y se quitó el yelmo descubriendo una doble hilera de dientes blanquísimos.

-Si no corremos, moriremos, muchacha, corremos porque hay que llegar a esa parte cuanto antes. Una vez que hayamos llegado, y si sigo con vida, trataré de encontraros y de echaros una mano. Tratad de aguantar.

No creía lo que veían mis ojos y oían mis oídos: aquel joven era Nicarco de Arcadia...

... -Pero tú... pero yo. -Era inútil: había ya desaparecido, se había calado el yelmo y convertido de nuevo en una máscara de bronce, como los demás, uno de los Diez Mil.

Era un milagro, pensé: si él lo había conseguido, lo conseguiríamos también nosotras.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Siddharta Hermann Hesse

Hace varios años encontré por casualidad un libro en la biblioteca que llamó mi atención. Lo cogí, lo leí, lo devolví, vi que tenía segunda parte y la leí también. El libro es El príncipe Siddharta y cuenta la historia de un chico llamado Siddharta (obviamente) y de cómo llega a convertirse en Buda. Uno de los personajes de estos dos libros es Narayani, la amante de Siddharta. Me gustó tanto su personaje que decidí “adoptar” su nombre para mí misma. Desde aquel día que devolví el libro a la biblioteca he utilizado el nombre de Narayani para cientos de cosas, entre ellas para dar nombre a mis dos blogs.

Hace poco más de un año conocí a una chica que leyó mi blog y se quedó con la historia de Narayani. Ella sabe que me gustó el libro y la historia que cuenta y que, además, me encanta leer. Ella se llama Brenda y me regaló el libro Siddharta de Hermann Hesse en mi último cumpleaños. La verdad es que el libro me ha gustado, pero más que eso, lo que me gustó fue el detalle de que me comprara algo que para mí es tan personal y, además, acertara. Hay pocos libros y pocos personajes que me hayan cautivado tanto. De hecho creo que son únicamente cuatro (cinco si contamos con un personaje de un libro infantil que me leí cuando era pequeña) los personajes que me han impactado y que de alguna manera me han influido en mi vida. Uno de los personajes fue, como ya he dicho, Narayani del libro El príncipe Siddharta y Bren dio en el clavo al hacerme el regalo.

Siddharta, como cualquier otra persona, busca la felicidad en la vida. Sin embargo no le resulta fácil encontrarla en el lugar en el que vive, por lo que decide pedir permiso a su padre para abandonar su pueblo y buscar la felicidad en otros lugares. No lo consigue a pesar de que cree que está siguiendo el camino correcto, por lo que después de un tiempo decide abandonar ese camino para unirse a otro distinto. Pasa por diferentes caminos hasta dar con el definitivo. El que le hace encontrar la paz y la felicidad.

Es un libro que me ha dado que pensar, y no porque me sienta identificada con su doctrina, sino porque se ve muy claro que busca algo a lo largo de toda su vida y trata por todos los medios de conseguir encontrarlo, a pesar de desviarse de su camino en varias ocasiones. Varias veces cree encontrar lo que anda buscando y cuando se da cuenta de que se ha desviado del camino y que sigue igual que al principio, vuelve a ponerse en marcha por el mismo camino hasta que finalmente lo termina encontrando.

Algo a destacar que no me ha gustado demasiado del personaje principal es que siempre se ha creido (o yo lo interpreto así al menos) mejor o al menos diferente del resto de personas. Habla de los humanos como si él no perteneciera a esta raza y fuera ya un ser superior. Un dios al que hay que seguir. Al final del libro se da cuenta, sin embargo, de que no es tan diferente de ellos como él pensaba.

Para mí hay tres personajes a parte de Siddharta a destacar en este libro: uno es Govinda, su amigo de la infancia con el que se encuentra por casualidad varias veces a lo largo de su vida, otro es Kamala, una cortesana que le enseña el arte del amor y el placer humano y el último es Vasudeva, el barquero que le ayuda a encontrar lo que busca durante todo el libro. Sin embargo si tuviera que quedarme solo con uno sería con Kamala ya que he disfrutado mucho con las conversaciones entre los dos personajes.

-¿No te basta Siddharta como ahora está, con aceite en el cabello, pero sin vestidos, ni calzado, ni dinero?

Kamala replicó riendo:

-No, querido, no me basta. Ha de tener vestidos elegantes, zapatos bonitos, mucho dinero en la bolsa, y regalos para Kamala. Ahora ya lo sabes samana del bosque. Espero que no lo olvides.

-Claro que no lo olvidaré -exclamó Siddharta-. ¿Cómo podría olvidar palabras salidas de semenjante boca? Tu boca es como un higo recién abierto, Kamala. La mía también es roja y fresca, y hará juego con la tuya, ya verás. Pero dime hermosa Kamala, ¿no le temes al samana del bosque que ha venido para que le enseñes el amor?

-¿Por qué habría de temerle a un samana, un necio samana del bosque que sólo ha vivido entre chacales y no tiene la menor idea de lo que es una mujer?

-¡Oh! El samana es fuerte y nada lo amedrenta. Podría forzarte, hermosa muchacha. Podría raptarte o hacerte daño.

- No, samana, no es eso lo que temo. ¿Acaso un samana o un brahmán han temido alguna vez que alguien pudiera asaltarlos y robarles su erudición, su piedad o sus pensamientos más profundos? No, pues forman parte de sí mismo y él da sólo lo que quiere dar y a quien le place dárselo. Lo mismo ocurre con Kamala y los placeres del amor. Bella y encarnada es la boca de Kamala; pero intenta besarla contra su voluntad y no obtendrás de esa boca, que tantas delicias sabe prodigar, ni una sola gota de dulzura. Tienes facilidad para aprender, Siddharta, pues aprende también esto: el amor se puede mendigar, comprar, recibir como regalo o recoger en la calle, ¡pero robarlo es imposible! Has elegido un camino equivocado. No, sería lamentable que un joven tan hermoso como tú empezara tan mal.