Estamos a final del siglo XIX y Prudence llega a Italia desde Norte América. No lleva intención de quedarse, pero allí se enamora de un viudo y se termina casando con él. La mala suerte quiere dejar viuda a Prudence muy pronto y ella pasa a hacerse cargo de toda la familia que deja el italiano detrás.
En lugar de volver a Estados Unidos, Prudence continúa viviendo en la misma casa y trabajando para sacar adelante a todos los miembros de una familia de vagos y egoístas; sin embargo a ella eso le da igual, lo único que le importa y que, de hecho, la saca de sus casillas, es un cobertizo que hay en su terreno y que le impide ver todo el paisaje. Su sueño es tirarlo y crear un bonito jardín en su lugar, aunque para conseguir algo así necesita dinero... y que su familia no abuse de su generosidad.
Con estas pocas líneas prácticamente os he contado el libro entero, aunque en verdad lo importante no es qué pasa, sino cómo está contado. La historia está bien narrada, de forma amena y acompañada de unas ilustraciones que, personalmente, me han gustado mucho; creo que le dan mucha personalidad al libro y que ayudan a la hora de visualizar algunas descripciones.
El pero que le pongo a la historia es que me ha resultado muy repetitiva. La protagonista pasa por la misma situación con todos los miembros de su familia política y llega un momento que ya no nos sorprende y que, incluso, "adivinamos" qué va a pasar. Personalmente me habría gustado que hubiera otro tipo de conflicto.
En resumen, es una novela corta que se lee muy rápido. Me ha gustado bastante y he disfrutado mucho de la edición ilustrada. Seguramente no pasará a formar parte de mis libros favoritos, pero sí me quedará grabado el mensaje que quiere transmitir.