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domingo, 29 de abril de 2018

El dragón de hielo - George R. R. Martin

La primera vez que leí este libro no debía estar muy centrada porque cuando fui a hacer la reseña no supe muy bien qué poner en ella. Recordaba algunas cosas, pero había otras que no, y por eso ahora, un año después, me he animado a releerlo para poder dedicar a la historia la atención que merece.  

Adara es una niña pequeña que vive con su padre y sus dos hermanos mayores en la granja de la familia. Su tío, un jinete de dragones del rey, les visita cada verano para contarles las novedades de la guerra y para llenar de regalos a los niños, pero, a pesar de ello, Adara prefiere el invierno porque es cuando viene el dragón de hielo a verla. Su relación comienza cuando ella solo tiene cinco años, y año a año se va fortaleciendo. Ambos pasan juntos la mayor parte de la estación helada, volando unas veces y en el hielo o la nieve otras. Y mientras Adara y el dragón se van uniendo, la relación de Adara y su padre se va enfriando.  

Se trata de un cuento no demasiado largo que va acompañado por unas ilustraciones en blanco y negro (¿o más bien diríamos gris?) que cuenta una bonita historia de amor y amistad. Personalmente no creo que sea para niños muy pequeños, a pesar de que lo vendan en la sección infantil, porque tiene algo de violencia, pero a partir de una edad prudente estoy segura de que los niños lo podrán disfrutar igual que los mayores.
 
A Adara le gustaba el invierno por encima de todas las cosas, pues cuando el mundo se enfriaba llegaba el dragón de hielo.

Este libro es la prueba de que George R. R. Martin puede contar una historia interesante en menos de 70 páginas. Las ilustraciones son de Verónica Casas, una ilustradora enamorada de los dragones, como menciona en su cuenta de Instagram.

martes, 24 de abril de 2018

La frase del martes - 121


El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta 'el modo imperativo'.

-Jorge Luis Borges

domingo, 15 de abril de 2018

Malala - Malala Yousafzai

Llevaba mucho tiempo queriendo leer la historia de Malala, pero nunca parecía ser buen momento para hacerlo. Todos sabemos qué le ocurrió y todos sabemos también que la historia no es fácil de digerir. Seguramente por eso me costó tanto decidir leerla.

Malala es una niña pakistaní que en su día pensó que no era justo que las niñas no tuvieran los mismos derechos que los niños. Pertenece a un mundo en el que, por desgracia, el género femenino no vale gran cosa. Desde que era pequeña fue, junto a otras muchas niñas, a estudiar a la escuela de niñas que su padre tenía en Swat, Pakistán, y se esforzaba mucho para ser siempre la primera de su clase. Le encantaba estudiar y aprender cosas nuevas y por eso se puso en pie de guerra cuando le prohibieron el derecho a la educación.

En octubre de 2005 hubo un terremoto muy fuerte en Pakistán y el ejército tardó mucho en llegar con ayuda, no así un grupo religioso conservador llamado Tehrik-e-Nifaz-e-Sharia-e-Mohammadi (TNSM) que se prestó a socorrer a la población y a reconstruir ciudades y pueblos. Cuando los mulás de TSNM comenzaron a decir que Dios había enviado el terremoto porque todos eran malos musulmanes la gente les creyó, igual que cuando comenzaron a predicar en la radio cosas como que las mujeres no podían salir solas al mercado o que las niñas no podían ir al colegio.
La situación se había radicalizado y los talibanes se habían hecho fuertes.  

En ese momento Malala entendió que, hiciera o no hiciera algo, era muy posible que muriese porque los radicales no respetaban nada ni a nadie, así que decidió mover ficha y comenzar su propia cruzada contra ellos. Su padre había sido amenazado por estar en contra de los talibanes hacía tiempo y, después de que ella saliera en varios programas y entrevistas hablando del derecho a la educación de las niñas, la amenaza se extendió a su persona. Nadie pensaba que pudieran tocar a una niña, pero lo cierto es que lo hicieron. Un día, cuando iba de camino a casa en la camioneta del colegio, un hombre paró el vehículo, preguntó por ella y la disparó a bocajarro en la cabeza. Lo que viene después, ella no lo recuerda, pero lo que le han contado es que la llevaron a un hospital de Inglaterra y allí se recuperó después de muchos cuidados médicos. 
¿Habría caído en el olvido su lucha si Malala hubiera muerto en el atentado? No se sabe, pero lo que está claro es que ese día los talibanes la hicieron mucho más fuerte en su lucha; mucho más poderosa. Se ha convertido en un símbolo de la lucha por la Paz y por los derechos de las niñas a tener una educación. Se ha reconocido su labor en todo el mundo y es la persona más joven en haber recibido el Premio Nobel de la Paz.
Desde que sufrió el atentado vive en Birmingham, Inglaterra, con sus padres y sus hermanos y sigue estudiando para dedicarse a la política. Cuando era pequeña quería ser médico, pero después de todo lo ocurrido en Pakistán, decidió dedicarse a la política. Ojalá todos los políticos del mundo estuvieran tan comprometidos como ella, ¿verdad?
Algo que me gustaría comentar es que Malala no estuvo sola en la lucha, otras niñas del colegio estaban con ella y, sobre todo, su padre. Creo que fue el apoyo de su padre lo que le permitió llegar tan lejos. ¿Os imagináis que su padre hubiera sido como otros hombres pakistaníes? Podría haberla casado a la edad de 11 o 12 años, podría haberle prohibido ir al colegio e incluso salir a la calle, pero no lo hizo; más bien, todo lo contrario. Le dio fuerzas para seguir y para hablar en nombre de todas las niñas a las que no se les permitía tener voz.
Ya era fan de Malala antes de leer el libro, pero ahora lo soy un poco más. Tiene una fundación que lleva su nombre y con la que se puede colaborar: Malalafund.org.
Dentro del colegio Khusal volábamos con las alas del conocimiento. En un país en el que a las mujeres no se les permite salir de casa sin un hombre, las niñas viajábamos sin restricciones por las páginas de nuestros libros. En un país en el que las mujeres no saben leer los precios en el mercado, hacíamos multiplicaciones. En un lugar en el que en cuanto entrábamos en la adolescencia, nos teníamos que cubrir la cabeza y ocultarnos de los muchachos que habían sido nuestros compañeros de juegos en la infancia, corríamos tan libres como el viento. 

viernes, 13 de abril de 2018

Martina agitada, no revuelta Olga Salar

Martina agitada, no revuelta es una compilación de historias escritas por Olga Salar para una revista. Durante todo un año publicó  una historia al mes en la que siempre la protagonista era Martina, una treintañera enemistada con su jefa y en busca del amor verdadero.
Por lo que cuenta la autora, la colaboración con la revista terminó y para poder darle un final feliz a la protagonista publicó el libro, donde hay algunos capítulos adicionales.
La verdad es que no sé muy bien cómo hacer esta reseña porque con lo poco que he dicho arriba ya he contado de qué va el libro. Se trata de una lectura muy ágil, muy corta y sin demasiada chicha, la verdad. Había oído hablar muy bien de la autora, pero viendo opiniones  de este título en Amazon, parece que no he elegido el mejor de sus libros para estrenarme con ella.
Ha sido perfecto para desconectar después de una novela que me costó un poquito terminar, pero ya está; No quedará guardada en mi memoria demasiado tiempo, pero me entretuvo el rato que la tuve en mis manos. Eso sí, me alegro mucho de que Martina haya tenido su final feliz, porque la pobre pasa por un montón de cosas...
La recomiendo si os gustan las historias románticas o para cuando queráis leer algo que no os haga pensar mucho.

martes, 10 de abril de 2018

La frase del martes - 120

 
En algún lugar de un libro, hay una frase esperándonos para darle sentido a la existencia.
 
-Cervantes

domingo, 8 de abril de 2018

Todos deberíamos ser feministas Chimamanda Ngozi Adichie

Últimamente había visto mucho este libro en redes sociales y blogs pero no me había llamado demasiado la atención hasta que me crucé “personalmente” con él. Iba a pagar otra cosa y de camino a la caja lo vi, estaba fuera de su sitio, en una sección lejos de la suya, llamándome. Y vi el tamaño que tenía y después el precio (4,90€) y ya no lo solté. Se vino conmigo a casa.
Antes de nada creo oportuno definir el término feminista, ya que a día de hoy aún hay mucha gente que piensa que es lo contrario al machismo y no es así. El feminismo lo que busca es la igualdad entre hombres y mujeres. Nada más. No busca hundir ni exterminar a los hombres. Tampoco pasarles por encima y ningunearles. No. Queremos ser iguales: cobrar lo mismo por realizar el mismo trabajo y tener las mismas oportunidades tanto laborales como personales.
El libro habla de todo esto pero llevado al extremo, ya que la autora cuenta su experiencia en Nigeria, su país de origen, donde están mucho más atrasados que en Europa en tema de feminismo. Para que os hagáis una idea es un sitio en el que los camareros ni siquiera saludan a las mujeres al entrar en el restaurante porque son invisibles a ojos de los hombres.

Chimamanda cuenta que un amigo suyo fue quien le abrió los ojos:
-¿Sabes que eres una feminista?
No era un cumplido. Me di cuenta por el tono en que lo dijo, el mismo tono con que alguien te podría decir: "Tú apoyas el terrorismo"
A lo largo de las 55 páginas que dura el ensayo veremos varios ejemplos muy claros de machismo, y algo que llama bastante la atención es que no siempre provendrán de los hombres. Hay muchas mujeres que, consciente o inconscientemente, son machistas en sus comentarios y acciones. Y eso nos lleva al punto más importante: la educación. Es fundamental que la gente sea educada en la igualdad para que esto cambie, aunque hoy por hoy suene a utopía. Mientras tanto tendremos que seguir explicando qué es el feminismo y cuál es su meta.
Personalmente el libro no me ha contado nada que no supiera, pero de cualquier modo me ha resultado una lectura muy interesante y motivadora. Creo muy firmemente que todo el mundo debería leerlo.
Para cerrar la reseña os voy a dejar un vídeo de unos niños y unas niñas desempeñando un mismo trabajo. A ver qué os parece…

martes, 3 de abril de 2018

La delicadeza - David Foenkinos

Mucho antes de leer este libro vi la película que protagoniza Audrey Tautou. La verdad es que cuando me senté a verla con mi madre no sabía que el guion estaba sacado de una novela, pero no me sorprendió cuando, años después, me encontré con ella.

Nathalie es una mujer a la que le van las cosas muy bien; demasiado bien, de hecho, y teme que el karma le arrebate algo de lo que tiene. Se casa con un hombre maravilloso que la adora y tiene un buen trabajo. El tiempo que no pasa con François o en la oficina lo dedica a leer, y así, poco a poco, y en medio de una calma tensa, vemos como van pasando los años hasta que un día tanta felicidad estalla y provoca la caída de Nathalie al vacío. François muere y ella se queda sola en un mundo que se le hace demasiado grande sin él.

El tiempo vuela a partir de ese momento y cuando queremos darnos cuenta han vuelto a pasar varios años. Nathalie sigue siendo la persona triste que François dejó al morir y está completamente volcada en su trabajo para entretenerse y no tener que pensar en otras cosas. Un día, sin saber por qué, besa porque sí a Markus, un compañero de trabajo, y a partir de ahí su vida comenzará a cambiar. Ella es una mujer joven, guapa y exitosa; él es un hombre feíllo y con el que nadie se ha molestado en hablar demasiado, pero que esconde un gran corazón y muy buen sentido del humor. Poco a poco se irán conociendo y los chismorreos no tardarán en aparecer en la oficina mientras nosotros seremos testigos de una historia bonita y tierna a la vez.

¡Y ya! No voy a contar más porque entonces contaría todo. Es un libro no demasiado largo que se lee muy bien. No hay muchos personajes en esta novela, pero tampoco echamos de menos más. La narración siempre va dejando entrever lo que va a pasar a continuación, pero eso no significa que luego no nos guste leerlo. He disfrutado mucho de la lectura, ¡y eso que ya sabía el final por la película! Y es que las historias que hablan de segundas oportunidades me gustan especialmente. Ese reinventarse o morir después de haberlo pasado mal me deja buen sabor de boca siempre.

Para terminar os dejo un extracto del libro. ¡Mirad qué bonito cumplido!

Markus manejaba la situación con elegancia. Mostraba una sonrisa lo menos sueca posible; era casi una sonrisa española.